Es verdad que la repercusión que tuvo el Jazz en España fue muy leve durante los años 10-20 y no explotó hasta que llegaron los años 30. Al empezar esa década hubo una verdadera fiebre de Hot Jazz, sobretodo en Barcelona, y no es osado decir que la visita de Sam Wooding y su orquesta en 1929 tuvieron una influencia primordial en esa fiebre que se desató. Fue la primera vez que el público español podía disfrutar de una auténtica banda negra de puro jazz americano por estas tierras y el shock fue tan tremendo como productivo. La banda no sólo cosechó gran éxito en sus actuaciones en San sebastián, Madrid y Barcelona, sino que para colmo, en esta última, grabaron una serie de discos que son hoy en día un clásico para los amantes del género.
Sam Wooding nació en la ciudad de Philadelphia en 1895. Mayormente un autodidacta, era un pianista que empezó su carrera profesional a inicios de los años 10, una carrera que tuvo un parón (como el de muchos otros músicos de la ápica) al estallar la Iª Guerra Mundial. Su participación en dicha guerra fue su primer contacto con Europa, el continente que le traería la fama. Al acabar el conflicto vuelve a Estados Unidos y se establece en New York donde, después de formar parte de los Original Jazz Hounds de Johnny Dunn (toca con ellos entre 1921 y 1923 grabando sus primeros discos para Columbia) monta su propia orquesta que se convierte en una de las más famosas de la ciudad, tocando en locales como The Nest o el Club Alabam. Actuando en este último, en 1925, es cuando recibe la oferta de un empresario ruso de participar en un número de vodevil bautizado «The Chocolate Kiddies» que será representado en Rusia y por gran parte de Europa. Es entonces cuando su vida cambia por completo.

Como bien han comentado muchos, de haberse quedado en Estados Unidos Wooding seguramente hubiera sido considerado uno más, pero el éxito y la enorme influencia que tuvo en el Jazz europeo lo convirtieron en un nombre tan conocido como el de las grandes estrellas del momento. La orquesta llega a Europa en 1925 actuando primero en Berlín (donde graba por primera vez para el sello Vox) con un show con música de Duke Ellington que no sólo les incluye a ellos sino también a coristas y bailarinas. La banda, que sufriría cambios a lo largo de esos años de gira, contaba inicialmente, además de Wooding como director y pianista, con Tommy Ladnier y Bobby Martin (trompeta), Maceo Edwards (clarinete), Herb Flemming (trombón), Garvin Bushell (clarinete, alto saxofón y oboe), Willie Lewis (clarinete y oboe), Gene Sedric (clarinete y saxofón tenor), John Mitchell (banjo), John Warren (bajo) y George Howe (batería). El éxito fue tal que la orquesta se pasará gran parte de los próximos años viajando por Rusia, Europa (San Sebastián, Madrid y Barcelona incluídas) y Sudamérica antes de volver definitivamente a Estados Unidos allá por 1934, donde continuaría su carrera de líder de orquesta.
Fue antes, en la primavera de 1929, cuando Wooding y su orquesta, ya fuera del show y sin coristas ni bailarinas, llegaron a España. Las primeras fechas fueron en San Sebastián, para luego repetir el éxito de público y crítica en Madrid y acabar triunfalmente en Barcelona, donde el 3 de julio de 1929 grabarían para la Parlophon española (propiedad de Odeon) un total de 10 temas editados en 5 discos, unos discos que iban a abrir el apetito por el Hot Jazz a miles de españoles. Para estas sesiones la banda había ya cambiado bastante y ahora contaba con dos nuevos e increíbles trompetistas, Robert Martin y Doc Cheatman, además de Albert Wynn y Billy Burns a los trombones, Jerry Blake (clarinete, saxofón alto), Freddy Johnson (piano), Sumner Leslie “King” Edwards (bajo) y Ted Fields (batería). Tan sólo quedaban de la banda original Willie Lewis, Gene Sedric y John Mitchell, y Wooding, que a estas alturas ejercía ya tan sólo de director. Eso sí, para estas actuaciones continuaron usando el nombre de Chocolate Kiddies, seguramente para aprovechar la tirada del éxito del espectáculo, y a Wooding se le bautizó aquí como «Maestro», tal y como mostraron las etiquetas de Parlophon.
¿Qué se puede agregar más? Poca cosa, tan sólo dejar que la música hable por sí sola. Llevaba ya un buen tiempo detrás de alguno de estos legendarios discos hasta que un buen amigo me consiguió uno (jamás se lo agradeceré suficientemente), que, por suerte, a pesar de no presentar buen aspecto, suena de maravilla. Aquí presentamos por un lado «Sweet Back», un estupendo blues con solos de clarinete y, sobretodo, de trompeta (a cargo de Martin), así como un maravilloso y divertido juego vocal. Para rematar, la otra cara, «My pal called Sal», un vigoroso número de baile. No queda más que escucharlas. Digitalizadas de mi colección, y como siempre, esperando que las disfruten tanto como yo.
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Gracias por rebloguear!
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A ti por escribirlo y compartirlo
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Que siga la música
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