En 1931 la orquesta de Don Azpiazu conseguía un hito en la historia de la música cubana convirtiéndose en el primer grupo en vender más de 1 millón de copias gracias a su canción «El manisero» («The peanut vendor»). Entre la orquesta figuraba un cantante que con su cuarteto estaba destinado a convertirse en una de las figuras clave en el desarrollo y éxito de la música cubana a nivel mundial, el genial Antonio Machín.
Aquí en España se recuerda al bueno de Machín como el famoso cantante que amenizó los años de la dictadura franquista con sus delicados boleros, sobretodo gracias al enorme éxito de su «Angelitos negros». Pero para cuando Machín se instala a vivir en España ya llegaba rodeado de un aura de leyenda, y eso fue sobretodo al enorme éxito anterior de su cuarteto. De hecho me atrevo a decir que a partir de su estancia en España su carrera, a pesar de que goza de un éxito considerable, baja en calidad artística. Sus grabaciones de esa segunda época son entrañables, pero acarameladas en comparación con todo lo que había grabado durante los años 30, con un sonido mucho más crudo y auténtico. Básicamente más fiel a la música cubana.
Nacido en Sagua La Grande, Cuba en 1903, en una familia de 15 hermanos, hijos de un emigrante español y una mujer cubana, Antonio desarrolla su pasión por el canto desde joven, aunque su primera intención fue decantarse por la ópera y el belcanto. Empieza a cantar en varios grupos hasta que en 1926 se traslada a la Habana, donde intenta ganarse la vida como cantante, aunque sin mucho éxito, por lo que acaba trabajando de albañil. Pero es su capataz, un sevillano con quien entraba amistad, quien le introduce en el mundo del espectáculo nocturno de la Habana y quien le acaba presentando al guitarrista Miguel Zaballa, con quien une fuerzas formando un dúo. Al poco tiempo conoce casualmente a Don Azpiazu, quien encadilado con su voz, le contrata para su orquesta, con la que empieza a conocer el éxito. En poco tiempo están grabando en New York.
Fue justamente en New York donde al poco tiempo Machín formaba su propio cuarteto junto a tres miembros más de la orquesta de Azpiazu: Remberto Lara (trompeta), Yayito Maldonado (tres) y Daniel Sánchez (guitarra y voz). Casi al mismo tiempo Victor también los graba, y como bien dice Díaz Ayala en su discografía cubana: «Si Azpiazu era un éxito entre los gringos, Machín no lo fue menos entre los hispanoamericanos». El éxito del cuarteto es muy grande tanto en toda América Latina como en Europa, llevando el nombre de Machín a lo más alto con más de 150 grabaciones entre 1930 y 1935. Siguiendo en cierta manera la estela del Trío Matamoros, ensalzando las melodías vocales y simplificando el ritmo, el Cuarteto Machín fueron uno de los combos cubanos más importantes hasta su separación, que se fragua cuando su líder se lanza en solitario realizando una gira Europea, para luego afincarse en París a partir de 1935 y en España a partir de 1939 («siempre soñé con la tierra de mi padre»). Es en España donde vive hasta el día de su muerte, el 4 de agosto de 1977. Si bien muere en Madrid sus restos se encuentran en su adorada Sevilla, donde hoy en día se erige una estatua en su honor.
Despidámonos pues, en su honor, con una grabación no de su cuarteto, sino de su Sexteto. Para cuando graba con Brunswick en La Habana en 1930, Machín añade más miembros al grupo -supongo que para imitar el sonido de exitosas bandas como el Sexteto Habanero o el Nacional– en una serie de grabaciones que por lo visto deben ser de las más difíciles de encontrar de entre su discografía. En mi caso dispongo de varios de sus Victor en mi poder pero tan sólo este Brunswick, que para colmo contiene uno de mis temas favoritos de su carrera, el imponente «Reina Guajira» que hoy presentamos. Un tema que, si bien se etiquetó como un Son, lo es hasta el primer minuto cuando se convierte en una Guajira propiamente dicha, sirviendo de homenaje a ese estilo cubano iniciado en el S. XIX. Espero que lo disfruten tanto como yo. Digitalizado de mi colección.