El 27 de abril de 1929 el transatlántico Pellerin de la Touche partía de Martinica hacia Europa. Dentro se encontraba la banda de Alexandre Stellio (de quien ya hablamos anteriormente aquí) quienes se encaminaban a una nueva carrera en París, donde, justo al día siguiente de haber llegado, se estrenarían en el Bal de la Glacière, un local de baile y música en directo situado en el bulevar Branqui. La actuación causó tal revuelo que al día siguiente el local se vio obligado a cerrar a causa de las quejas de los vecinos por el elevado número de gente que acudió y las molestias que causaron. Y es que la banda de Stellio no sólo ofrecía algo muy diferente a lo que los franceses habían escuchado hasta ahora, auténtico biguine de las Antillas, sino que su banda era la mejor del momento. Con Stellio, líder y clarinetista, habían viajado a París Archange Saint-Hilaire al trombón, Victor Collat al violoncelo, Crémas Orphelien a la batería y voces además de un pequeño genio que pronto daría de hablar por su propia cuenta, el gran Ernest Leardee al violín.
Cuando Stellio y Leardee se conocieron y unieron sus fuerzas allá por 1919 este último ya llevaba un buen tiempo tocando por Martinica. Nacido el 9 de diciembre de 1896 en la ciudad de Fort-de-France, Leandree perdió a sus padres de muy niño, quedando al cuidado de su hermana mayor, lo cual le obligó desde muy joven a buscarse un trabajo. Fue así como acabó trabajando para el luthier y multi instrumentista Marius Collat, quien no sólo le enseñó el arte de la creación de instrumentos sino que le dio clases de violín. Si bien con el tiempo probaría otros instrumentos como el clarinete, su primera pasión fue el violín, hasta el punto que al poco tiempo ya estaba escogiendo madera del taller a escondidas de su jefe para fabricarse uno propio. Y es que el joven Leardee era inquieto, y al poco tiempo abandonó el taller para dedicarse en cuerpo y alma a la música con la arrogancia y la bravura que sólo la juventud pueden darle a uno. Fue durante sus años errantes de músico por la isla que conoce al fin a Stellio. Con él y un violoncelista forman un trío que se dedica a tocar en las proyecciones de películas mudas en el teatro-cine Gaumont.
Su alianza dura unos cuantos años, y a pesar de que Stellio se convierte en el líder del grupo, Leardee siempre fue el más arrojado. De hecho fue idea suya la de embarcarse hacia París además de encargarse de recaudar todo el dinero posible para pagar los billetes del crucero. Ambos hombres eran brillantes, pero si bien Stellio siempre tuvo sus dudas ante tal cambio, fue Leardee el que ideó todo, hasta el punto que fue quien decidió quien formaría la banda. Él fue realmente el cerebro de la emergente Orchestre Antillais y creía tanto en las posibilidades financieras del viaje que para convencer a Stellio prácticamente le dio la batuta de la banda, algo de lo que, con el tiempo, seguro que se arrepentiría de haber hecho. Ya en 1928 Leardee intenta recaudar suficiente dinero para el viaje durante las fiestas del Carnaval, pero cuando eso resulta insuficiente, tiene que recurrir a un préstamo financiero de su hermanastro, el trombonista Archange Saint-Hilaire, quien es reclutado entonces para la banda. Todos en el grupo acaban por ser aceptados como socios y deciden repartir los beneficios a partes iguales.
Tras la llegada a París y el increíble éxito, tal y como contaba en el anterior capítulo dedicado a Stellio, la banda es contratada por Odeon para grabar seis caras (3 discos). La banda es por entonces conocida como la orquesta de Stellio, así que este acaba siendo el firmante. El contrato estipula que por cada venta el grupo se lleva 50 céntimos por cara (1 franco por disco), pero la banda no ve ni un céntimo. Un buen día Leardee se encuentra con un conocido comerciante de vino de Martinica quien lo felicita por el enorme éxito de sus grabaciones. En concreto le felicita por la venta de 8.000 ejemplares además de añadirle que Odeon no tiene más discos en stock, sugiriendo que tras haber agotado existencias, la banda debe ser millonaria. Leardee entra en shock, comunica lo descubierto a Saint-Hilaire y ambos se encaran a Stellio, quien se niega a pagarles argumentando que él es el director y el compositor. De hecho si os fijáis en los discos editados por entonces, Stellio aparece como el único compositor, una sucia jugarreta cuando eran todos los involucrados y más cuando un pacto entre caballeros establecía un reparto equitativo de los beneficios. Saint-Hilaire entra en cólera y está a punto de apalizar a Stellio pero Leardee lo frena, aunque acaba por dejar la banda y volver a la Martinica. Leardee aguanta un poco más, pero Stellio sigue negándose a pagar y acaba abandonando.
Es entonces cuando Leardee decide montar su propia banda, lo cual, con el tiempo, acabaría beneficiándole. Con su propia orquesta, que responde al nombre de Orchestre E. Leardee o bien al de Creol Band, se hace un nombre propio en el Bal Colonnial du la rue Blomet, sobretodo gracias a sus grabaciones con el célebre sello de Francis Salabert, y su carrera empieza a dispararse. De hecho esta duró varias décadas en las que Leardee se convirtió en un famoso director de orquesta, propietario de casino, compositor reconocido y editor de música. Muere el 13 de abril de 1988 dejando atrás un legado increíble.
Pues bien, aquí os presento el tema de hoy, «Pamela», un increíble biguine bajo el nombre de Creol’s Band. La canción corresponde a sus primeras sesiones con el sello Salabert, grabadas en París en 1930. Curiosamente ntre los músicos se encuentra otro de los hombres de la primera orquesta de Stellio, Victor Collat, quien abandona su violoncelo para encargarse del piano. Como datos anecdóticos cabe destacar la aparición del amo del sello Francis Salabert como arreglista, algo que el muy canalla hacía en muchos de sus discos para poder llevarse más porcentaje de los beneficios aún sin haber compuesto ni arreglado nada. El otro detalle a destacar es la increíble rareza de este disco. Por regla general, los discos de música de las antillas grabados por entonces son raros de encontrar, pero más todavía si son de Salabert, algo que lo convierte en una de las joyas más preciadas de mi colección, que para colmo está en un estado excelente. En fin, aquí les dejo con la Creol’s Band de Ernest Leardee y su increíble «Pamela». Sírvanse un buen cóctel a base de ron, desátense los zapatos y, como siempre, a disfrutarlo.
Creol’s Band «Pamela» París, 1930. Salabert 2043
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