Cuando uno piensa en París suelen venirle a la cabeza las mismas imágenes: Los paseos junto al Sena, una cena romántica en la terraza de un pequeño bistrot, la imponente imagen de la torre Eiffel eternamente desafiante en el horizonte… Y siempre que pensemos en esta idílica imagen escucharemos la misma música de fondo, un dulce acordeón sacando unas preciosas y sencillas melodías. Esa música, de la que nos hemos hartado en cientos de películas, y que es un producto 100% parisino tiene un nombre, el Musette (o Bal Musette). Y el que se considera su creador fue el gran acordeonista Émile Vacher.
Pero si bien el Musette, tal y como lo conocemos es una música puramente urbanita, sus orígenes son más rurales, ya que se trata de una evolución de un estilo de música tradicional de una región francesa muy concreta con el nombre de Auvergne (Auvernia en castellano). A finales del siglo XIX mucha gente de la zona emigró a Paris trayendo consigo este estilo musical, que originalmente se tocaba con un instrumento muy parecido a la gaita llamado Cabrette y que en el Auvergne a menudo se conocía como musette. Fue en Paris donde este estilo fue transformado gracias a la mezcla cultural que vivía la capital francesa por entonces, cuando empezó a tocarse con los acordeones importados principalmente por inmigrantes italianos y alemanes. Generalmente interpretado en forma de vals, empezó a adaptarse a los tiempos actuales con la llegada del S. XX aceptando la Java, el Foxtrot e incluso más adelante el Jazz. De la misma manera si bien se tocaba comúnmente con sólo acordeón solista y acompañamiento de banjo, se fueron añadiendo más instrumentos, como el piano o el saxofón, lo que dio paso a una nueva generación de orquestas de Musette.
El genial Émile Vacher es parte vital de esa transformación de una música pastoril a un género urbanita. Nacido en Tours en 1883, aprende de joven a tocar el acordeón él solo y empieza pronto a tocar en varios lugares con el acompañamiento de su padre al bombo. Pero pronto todo cambiará al llegar a la capital, donde, al cabo de poco tiempo, su padre decide abrir su propio local o Bal (como se le conoce en París) en la Rue de la Montagne-Sante-Geneviève, en el Vº distrito de París, en el año de 1908. Es en este local donde el joven Émile, junto a otros sontemporáneos suyos, empieza a experimentar con el estilo, a apartarse levemente del vals e introducir la Java.
Su fama empieza a crecer, tanto que despierta la envidia de algunos rivales con los que compite para conseguir los mejores locales. De hecho cuentan que uno de ellos intentó apuñalarle una noche, pero Émile fue rápido y salvó su pellejo aunque recibió un buen corte en una mano (junto al oído, la parte del cuerpo más preciada para un músico) del que le quedó una buena cicatriz para el resto de su vida. Pero pronto todo eso queda atrás ya que con la llegada de los años 20 su nombre es cada vez más popular, y en poco tiempo empieza a grabar los discos que le convierten en uno de los músicos más famosos de Francia.
Empiezan las giras, los éxitos y el dinero no deja de entrar por todos lados, ya no sólo gracias a sus grabaciones y actuaciones sino también a sus composiciones, que muchos otros utilizan. Pero todo acabará con la llegada de la IIª Guerra Mundial. Es un momento crucial para Vacher quien tras acabar el conflicto, empieza a ver como su estilo empieza a estar desfasado para el público francés. Si bien había amasado una inmensa fortuna en sus buenos años, empieza a dilapidarla con un estilo de vida sin freno, y pasas sus últimos años de vida entre penurias, completamente olvidado por todos hasta que un cáncer se lo lleva de este mundo en 1969, dejando atrás una de las huellas artísticas más importantes de la cultura francesa.
Aquí os dejo con dos estupendos valses con acompañamiento de banjo y piano editados por Odeon (la casa con la que más grabó antes de la guerra) si no me equivoco allá por 1931, justo en el cénit de su fama. Sírvanse una copa de vino, enciendan un cigarrillo (o hagan verlo si no fuman) y cierren los ojos imaginándose el viejo París. Digitalizados de mi colección.
Émile Vacher «La vraie valse musette» Paris, 1931. Odeon 165.219
Émile Vacher «Souvenir de Montreuil» Paris, 1931. Odeon 165.219
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