CUADRO GITANO LA COJA – Zambras Gitanas

En la zona oriental de Granada se alza orgulloso el barrio de Sacromonte, famoso por sus cuevas habitadas por familias gitanas desde hace siglos. En ellas nació uno de los palos del flamenco, la zambra, de supuesto origen morisco y catalogado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2019. Esta danza ha sido uno de los palos flamencos menos representados en discos de gramófono, pero por suerte, lo poco que tenemos registrado es, al menos a mi parecer, uno de los lanzamientos más fascinantes que se hicieron en España en la época dorada del registro gramofónico. Me refiero, cómo no, a las grabaciones realizadas por la Compañía del Grámofono del mítico Cuadro Gitano «La Coja» en 1931. De ello hablaremos en esta entrada así como del hombre que lo hizo posible gracias a su insistencia y pasión por la música española, el técnico jefe de la compañía de entonces, Harold E. Davidson, una figura esencial para entender gran parte del repertorio tradicional español editado entre mediados de los años 20 y los 30 del siglo pasado.

Única imagen del Cuadro Gitano «La Coja» en 1931 extraída del álbum editado por la Ca. Del Gramófono. María La Canastera es la segunda por la derecha.

Se cuenta, entre sus varios orígenes, que el Sacromonte empieza como refugio para musulmanes y judíos supuestamente sobre el S. XVI, (aunque puede ser seguramente anterior ya que su verdadero origen no es conocido del todo), todos ellos expulsados de sus hogares tras el famoso edicto de Granada de 1492 y la posterior persecución que les afectó durante siglos en España. Se suele decir que los gitanos, tan perseguidos durante siglos en este país, se establecieron siguiendo sus pasos, donde cavaron en la roca cuevas que servirían de vivienda y que se han mantenido hasta nuestros días convirtiendo lo que en el futuro sería un barrio de Granada en un lugar alejado del control de la Iglesia y el Estado. Fue allí donde nació la zambra, cuyo origen coinciden la mayoría de estudiosos en que se debe a la influencia que los musulmanes y su música ejercirían sobre los gitanos y el flamenco auspiciada por el hecho de convivir juntos. La música y el baile de las bodas musulmanas acabarían trasladándose a la tradición gitana en una especie de ritual que se transformaría en tradición, naciendo así lo que sería la zambra, que ya en sus inicios fue prohibida durante el reinado de Felipe II, una prohibición que mantendrían varios reyes después de él.

Si bien ese es su probable origen, el espectáculo que hoy en día conocemos y que sigue representándose en las cuevas del Sacromonte tuvo su verdadero nacimiento más tarde, ya a mitad del S. XIX, la época en la que el primer conjunto profesional de zambra empezó a actuar para los visitantes de Granada. Fue concretamente hacia finales de 1850 cuando un gitano llamado Antonio Torcuato Martín «El Cujo», herrero de profesión, empezó a actuar con su grupo ofreciendo un espectáculo de zambra a los turistas que visitaban Granada en los bajos de su herrería de la Plaza del Humilladero, y que como bien explica Antonio Conde González-Carrascosa en su reciente obra «Los cafés cantantes de Granada» (totalmente recomendable), se mantuvo abierta hasta 1891.

Antonio Torcuato Martín «El Cujón» en el centro con guitarra rodeado de los miembros de su zambra.

Sería entonces esta agrupación, no la primera que la tocó, obviamente, pero sí la que la enmarcaría como espectáculo popular influenciando a todas las demás que abrirían sus puertas a los románticos visitantes que ansiaban ver «el baile prohibido». Es a partir de entonces que la zambra pasa a ser una mezcla de tradición y espectáculo donde se hace una suerte de representación inspirada en las bodas de los gitanos, o como bien apunta Antonio Conde González-Carrascosa, «una ‘representación teatralizada’ de las danzas y costumbres gitanas». Esta representación de la zambra se establece como una especie de ritual centrado en tres bailes: La alboreá, en representación de la pureza de la novia; la cachucha o «el perdón de la novia», baile que representa al novio pidiendo perdón a los padres de la novia por raptarla; y la mosca, donde varias mujeres bailan y que representa el final de la ceremonia.

Es siempre muy atrevido e incluso temerario usar términos como «auténtico» en cuestiones musicales, pero está claro que la zambra siempre ha gozado de ese status, una leyenda subrayada ya desde antaño por cronistas que la disfrutaron en épocas remotas. Y es seguramente esta misma leyenda lo que atrajo al técnico principal de la Compañía del Gramófono en España, Harold Edward Davidson a a grabar a uno de los muchos grupos de zambra que amenizaban a los curiosos que visitaban el Sacromonte. Davidson, nacido en Wandsworth, municipio de Londres en 1901, fue destinado por la Gramophone birtánica a España como técnico jefe a mediados de los años 20. No mucho se conoce de él, desgraciadamente, pero lo poco que sabemos describe a un técnico poco común en su época. Las funciones de su cargo eran básicamente las de recorrer el terreno asignado para encontrar y registrar músicos para saciar el creciente apetito del público por la música. Si bien la compañía, por regla general, decidía objetivos particulares inclinándose por un género u otro dependiendo de los intereses del público, era el técnico quien, hasta cierto punto, podía decidir qué grupo o artista grabar dentro de esos límites. Davidson, por lo visto, era la excepción, ya que se volvió un apasionado de la música española en todas su diferentes variaciones y se arriesgaba a grabar cualquier cosa que le pareciera interesante, a menudo desapareciendo durante semanas en sus viajes. Como bien comentaba Paul Vernon en su artículo «The engineers»: «Para la desesperación de la oficina central él (Davidson) a menudo desaparecía durante períodos de tiempo volviendo a aparecer para pedir más dinero y equipo».

Una de las pocas imágenes disponibles de Harold E. Davidson (en el centro), recibiendo una mención honorífica de la Gramophone rodeado de otros técnicos de la compañía.

Entre los hitos de Davidson cabe destacar la grabación realizada en vivo en las calles de Sevilla en 1928 de las Saetas de Semana Santa, unos registros arriesgados y únicos en la historia del gramófono que demuestran un interés casi antropológico por retratar lo más fielmente posible la tradición musical, hasta el punto de grabar sobre el terreno para captar la esencia. No hay que decir el gasto que supondría en la época semejante proyecto, pero es verdad que la misma Compañía del Gramófono editaría ese año esas saetas grabadas en la calle junto a los misereres de eslava en un lujoso álbum que promocionó por todo lo alto. Ya sabemos que las saetas se grabaron regularmente en estudio, y con gran acierto, pero no se pueden comprar a esas únicas grabaciones realizadas en las calles de Sevilla. Es por eso que no me cuesta imaginar al propio Davidson 3 años después visitando el Sacromonte, quedando embelesado tras descubrir al Cuadro de la Coja y seguramente (permitidme el toque romántico) pensando en grabar ahí mismo en la cueva…

Pero a oesar de lo que se ha dicho a menudo las grabaciones no se hicieron allí. Para llevarlas a cabo, y como era costumbre entre las compañías a la hora de grabar en ciudades sin estudio propio, Davidson alquiló una sala en el famoso hotel Alhambra Palace de la ciudad, y, para recrear el sonido de la cueva, encargó un suelo de madera para poder resaltar el taconeo de los bailes. Allí fue donde se reunió el Cuadro de La Coja un 16 de mayo de 1931 para una de las grabaciones más impresionantes de la época. De esta agrupación, según se dice de las más antiguas que había en el Sacromonte, poco conozco sobre sus miembros. Por un lado estaba en ella como cantaoras y bailarinas las famosas María La Canastera (María Cortés Heredia) y Concha Maya (las dos más populares y conocidas); como guitarrista (e imagino que también a la bandurria) contaba con Salvador Román (seguramente el único hombre de la fotografía que abre este artículo) además de la misteriosa Coja de la que todavía no he podido encontrar nada aparte de una curiosa mención en la obra de 1936 «Don Gitano» de Walter Starkie, donde la describe parecida a un «nana inglesa» pero capaz de aterrar a su grupo cuando había discusiones. Esa corta descripción me hace pensar que La Coja pueda ser la mujer mayor justo a la izquierda de la fotografía, al lado de María La Canastera.

Las sesiones de grabación se alargaron todo el día 16 de mayo más unas horas más el siguiente día 17 para finalizar. En total las sesiones dieron como resultado 10 temas que no sólo me fascinan por su intensidad y emoción, sino que a mi parecer tienen ya una relevancia histórica dentro en el recorrido de la música popular española. De hecho para la ocasión, y acertadamente consciente de la importancia de las grabaciones al igual que Las Saetas, la Compañía del Gramófono decidió lanzarlas ese mismo año en un álbum de edición lujosa con textos e imágenes al precio de 42,50 pesetas de la época (nada barato).

Anuncio del lanzamiento en el Catálogo de Julio de 1931 (click para agrandar)

Y como ejemplo, de esas 10 grabaciones presento la que cierra el álbum y según mi parecer una de las mejores: Una impresionante Farruca donde María La Canastera destaca con un fogoso taconeo, tan poderoso que casi ahoga la guitarra y resaltado sin duda por ese suelo de madera que Davidson acertadamente incluyó en la escena. Con el tiempo María La Canastera se convertiría en una de las figuras más importantes del flamenco granadino, pero ahora la tenemos en sus inicios, cuando con apenas 16 años ya hizo historia. Como siempre, digitalizado de mi colección. Espero que lo disfruten.

Cuadro Gitano La Coja «Farruca» Granada, 16/5/1931

ARCHIVO/FILE

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Coleccionista de 78 RPM - 78 rpm collector
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